Yo vivo en una ciudadela cerrada, no muy abarrotada he de decir, en la que está prohibido tener locales dentro. No hay pedo con eso, es más, es mejor: asi no hay borrachos a las tres de la mañana ni niños llorando por dulces. Hay que salir del bloque para comprar en los locales que dan a la calle, claro está.
Mientras esperaba a que la tendera termina de atender a una mujer que parecía a un paso de darle una patada a su hija de lo mucho que jodía, noté algo curioso: ¿tanto cuesta saludar a los guardias?
Menos en la escuela, donde prácticamente todos los que se suelen sentar a la entrada del aula, siempre estoy acostumbrada a saludar, a pesar de que, y es triste decirlo, muchas veces no me devuelven el saludo. Los guardias de mi bloque son gente mu maja, ¿saben? Suelen bromear con los jóvenes y tal. Sin embargo son pocos los que les conceden existencia como seres humanos.
Y no hablo de jóvenes como yo, que a decir verdad, aquí casi no hay. Hablo de personas mayores, de entre treinta y mil años.
Y luego me pongo a pensar que no es la primera vez que veo un comportamiento así de personas mayores. Son del tipo de personas que uno, como habitante de la Loma del Culo, se encuentra todas las mañanas y tardes en los buses, y que se la pasan riñendo a los adolescentes con uniforme cuando, por desgracia, el bus refrena y los empujan.
¿Luego es la juventud la que se pierde?
-Y aquí, con un crush imposible por Gibbs de NCIS, me despido.
~Luca.
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